¡Por fin alguien está dispuesto en este país a ir a la huelga! Los funcionarios se ponen en pie de guerra. Definitivamente, el Gobierno de Zapatero se va a enterar de que en España hay trabajadores, aunque estos sean funcionarios, ...
¡Por fin alguien está dispuesto en este país a ir a la huelga! Los funcionarios se ponen en pie de guerra. Definitivamente, el Gobierno de Zapatero se va a enterar de que en España hay trabajadores, aunque estos sean funcionarios, que aún pareciendo lo mismo parece ser que no lo es, ya que el gobierno socialista y todos sus allegados, desde el genial D. Miguel González, diputado conejero, hasta el mismísimo D. Carlos Espino, están tratando de confundir a la opinión pública con la idea, y mira que hay malas ideas, de que no son los trabajadores los que van a ver reducido sus salarios, sino que la medida de bajar los sueldos un 5 por ciento sólo afecta a los funcionarios.
Ante la maldad política en los planteamientos socialistas de querer confundir con la estúpida idea de si un funcionario es o no un trabajador, creo que para resolver semejante misterio lo mejor es ir al diccionario y buscar que significa ser funcionario y me encuentro con lo siguiente: "persona que desempeña un empleo publico". Por lo tanto, al tener empleo, será un trabajador. No me pasa por la cabeza pensar que los socialistas entiendan que también los funcionarios se puedan contar como parados, aunque bien es cierto que algún parado con gran sentido del humor cuando se le pregunta de qué trabaja dice ser funcionario, ya que cobra del Estado. Continuando con el chiste, habrá que decir que Zapatero ha creado en estos últimos tiempos cuatro millones y medio de funcionarios más aunque, como les embelesa decir a los socialistas, no son parados, sino trabajadores buscando empleo.
El matiz entre trabajadores es que unos desempeñan su tarea en las entidades publicas y los otros en la privada. Los funcionarios trabajan como cualquiera de nosotros: unos mas, otros menos; mejor o peor,
tratan de realizar su trabajo de la mejor manera posible, con la diferencia que nosotros tenemos un jefe que es el dueño de la empresa y se juega su dinero, por lo que trata de sacarnos el mayor rendimiento posible, y ellos, los funcionarios, tienen la mayoría de las veces unos jefes políticos incapaces de gestionar lo publico con la debida autoridad y eficiencia, ya que lo común es ver a políticos metidos a empresarios de lo publico con el único afán de enriquecimiento personal y familiar. Sin embargo, la mala fama la asumen los funcionarios.
Al Gobierno parece preocuparle lo que pudieran realizar los sindicatos a la hora de defender los puestos de trabajo y andan gritando que cómo va a ser posible una huelga de funcionarios si son estos los únicos en España que tienen su puesto de trabajo asegurado, sin importarles que no sólo se trata de tener un puesto de trabajo, sino además de tener unas condiciones dignas. Y en esto, este gobierno socialista, se olvida de que los trabajadores trabajan para vivir y no viven para trabajar.
Los sindicatos, como parte del sistema, han estado durante demasiado tiempo dorándole la píldora al Gobierno. Mientras el país se iba llenando de parados, la alta jerarquía sindical se paseaba por alfombras en los palacios de Gobierno. Cogidos de la mano, ministros, cúpulas empresariales y sindicalistas, discutían no se sabe qué, ni para quién. Los burócratas dirigentes sindicales se han apoltronado en sus despachos olvidándose que fuera, en las calles, hay demasiado trabajador en busca de un puesto de trabajo. Y no cualquier trabajo, sino ¡un trabajo digno! No cabe entre trabajadores discutir si unos están mejor por estar en lo público o peor por aguantar en lo privado. Lo importante es el empleo, decente y seguro.
El adversario del trabajador es el paro; la lucha es con el empresario. El Gobierno pretende enfrentar a trabajadores mientras la autocracia sindical se acomoda en sus cuarteles de invierno. El Gobierno no debería estimular una guerra entre trabajadores. Su ocupación y preocupación debería estar en la creación de condiciones favorables para la producción de empleo estable y con requisitos dignos para el trabajador.