El Periódico de Cataluña publicaba de manera destacada una carta al director de Pablo Castillos, donde explicaba que había visitado la India para ayudar a las herederas de la Madre Teresa de Calcuta y que ahora colaboraba en un comedor en un barrio pobre de Barcelona. Señalaba muy
acertadamente que tenemos una gran deuda social, pero acababa insinuando una postura que encuentro políticamente muy peligrosa respecto a la pobreza: "si la Administración no los saca de su situación (un 52% de estas ayudas son privadas), nosotros tenemos que hacer lo posible para
conseguirlo".
No me extraña que se destaque esta carta, puesto que Pablo hace gala de un humanismo que le honra, y admiro que esté implicándose personalmente en un comedor, no lo puedo criticar de ninguna manera, pero creo que debe quedar clara una cosa: a pesar de iniciativas individuales o de grupos solidarios (a los cuales también pertenezco),
esta deuda social estructural de la sociedad se tiene que asumir de una manera responsable por parte de toda la sociedad, es decir, no se puede tolerar que la deuda social quede a merced de iniciativas solidarias opcionales, sino que se debe garantizar que la estructura democrática de la que hacemos gala se buelque, sin excusas, para solucionar estos déficits sociales con una solidaridad de obligado cumplimiento. De otra manera podríamos estar justificando que la Administración se lavara parcialmente las manos, apelando a la conciencia de las personas individuales. Ayudar, de acuerdo; exigir a las Administraciones, sobre todo.
Jordi Oriola i Folch