Soplan vientos de cambio para el sindicalismo en Lanzarote. Ramón Pérez Farray, después de veintidós años de duro trabajo, ha decidido que es hora de retirarse, de dejar paso a la savia nueva que viene empujando desde atrás. ...
Soplan vientos de cambio para el sindicalismo en Lanzarote. Ramón Pérez Farray, después de veintidós años de duro trabajo, ha decidido que es hora de retirarse, de dejar paso a la savia nueva que viene empujando desde atrás.
Resultó ciertamente emocionante escuchar su intervención de este jueves en la tertulia del mediodía de Radio Lanzarote que dirige y presenta Arantza Borrego y en la que colabora alguien que conoce muy bien al personaje, Domingo Hernández. Domingo Hernández hizo una encendida defensa de alguien con quien reconoce que ha tenido fuertes y agrios enfrentamientos, siempre dentro de la sana discrepancia que asegura que se respiraba en un sindicato como Comisiones Obreras (CC OO) que ambos ayudaron a crear en la Isla en los tiempos en los que era bastante peligroso significarse del lado de una ideología tan mal vista como era la comunista.
Hay que entender perfectamente las razones que le han llevado a Ramón Pérez Farray a tomar una decisión que no todo el mundo esperaba. Más de dos décadas dedicadas a defender a los trabajadores desgasta mucho, tanto desde el punto de vista personal como desde el punto de vista profesional. Y él ha sido un sindicalista de los de batalla diaria, de los que ha sabido dar la cara cuando ha habido que darla y que ha sabido retirarla cuando era menester hacerlo.
Como le sucede al común de los mortales en este singular mundo, Ramón Pérez Farray deja también algunos enemigos en el camino, gente que no ha estado de su lado ni en los momentos buenos ni en los momentos malos, que no ha entendido muchas de sus actuaciones. Eso, como diría el político más pintado, va en la servidumbre del cargo. Es imposible adquirir notoriedad en cualquier sociedad sin levantar el rechazo de aquellos que no comulgan contigo. A él, como a tantos otros, le ha sucedido, y no hablamos sólo de enemigos dentro del mundo empresarial al que tanto y tan bien combatió, nos referimos a enemigos más cercanos.
Él mismo ha reconocido que no le hacía ninguna gracia asumir la Secretaría General de CC OO cuando el propio Domingo Hernández y otros compañeros se lo propusieron. Su forma de ser, su sencillez, su natural timidez, no parecían darle demasiado crédito para desarrollar la importante labor que se le encomendaba. Aceptó, y hasta ahora nadie le ha discutido el cargo, tal vez porque lo ha hecho mucho mejor de lo que se esperaban.
Pero ahora no es el momento para la crítica ni para el análisis concienzudo de su paso por dos décadas de sindicalismo en Lanzarote que han contemplado de cerca el desarrollo de una sociedad que ha cambiado enormemente. Ahora es el momento, sobre todo desde un medio de comunicación con el que se ha portado francamente bien, que le deseemos, como dicen nuestros paisanos sudamericanos, que le vaya bonito, que se cumplan sus mejores deseos y que haga aquello que realmente quiera hacer. Se nos va uno de los históricos.