Habrá quien piense que tras las elecciones recién acontecidas en el Partido Socialista de Lanzarote, las cuales evidenciaron una encorajinada lucha de poder entre dos sectores antagónicos, las aguas han vuelto a su cauce. ...
Habrá quien piense que tras las elecciones recién acontecidas en el Partido Socialista de Lanzarote, las cuales evidenciaron una encorajinada lucha de poder entre dos sectores antagónicos, las aguas han vuelto a su cauce. Desgraciadamente la realidad dista mucho de ser esa.
En un principio, estas cosas no deberían irnos ni venirnos a quienes somos ajenos a militancias o filiaciones políticas. Pero tal y como está montado el sistema democrático actual, lo cierto es que las oscuras tramas y conspiraciones que abundan en los principales partidos incumben, y mucho, a los ciudadanos que sufrimos sus consecuencias, por mucho que no queramos.
En el caso que nos ocupa hablamos de una abierta guerra civil entre militantes socialistas lanzaroteños. Algunos de los cuales ocupan puestos de suma responsabilidad en el ámbito insular. Presidenta, alcaldes, consejeros, concejales... por si fuera poca dificultad tratar de establecer una comunicación mínimamente fluida con sus compañeros de gobierno del PIL, se encuentran en la surrealista tesitura de discernir entre "críticos" u "oficialistas" a la hora de establecer diálogos y consensuar políticas comunes. Surrealista e infantil, visto desde fuera, pero es lo que hay.
Lo que sucedió el otro día en el Ayuntamiento de Arrecife en torno a la Ley de Medidas Urgentes, aunque nunca ninguno de ellos lo reconocerá, hemos de verlo bajo este peculiar prisma. Los mal llamados críticos, derrotados sin paliativos en las mencionadas elecciones internas, no reconocen la actual Ejecutiva Insular, la cual impugnaron en su momento, ni tampoco las ejecutivas locales de distintos municipios, entre ellos el de Arrecife. ¿Qué significa eso de que no reconocen las ejecutivas? Pues dicho mal y pronto, que pasan tres kilos de ellas. Es decir, que van a su bola, a su aire, que nada de lo que proceda de dichas ejecutivas tiene validez para ellos y que por tanto prefieren seguir su propia línea política, la línea que se trazaron desde el principio. ¿Qué linea es esa? Pues una línea antijuanfernandista que aboga por esa saavédrica postura de acercarse a CC y a su política mucho más condescendiente respecto a las infracciones urbanísticas y al conchabeo entre políticos y empresarios. Ahí se ubica, en resumidas cuentas, la gran zona de fricción entre ambos sectores.
Por eso, naturalmente, los medios afines a CC se esmeraron tanto en publicitar a los candidatos del sector crítico en las fechas previas al Congreso. De ahí, asimismo, el machaque constante y sin paliativos desde esos mismos medios hacia las figuras de Carlos Espino y Manuela Armas, principales referentes del sector "oficialista".
Pero la cosa no concluyó con las elecciones internas, como hubiera sido deseable. Hay mucho en juego, empezando por esa imperiosa necesidad que tienen algunos de que el señor Espino no continúe con sus querellas y cese en esa consigna tan propia de Juan Fernando, que podemos resumir con un escueto "al enemigo ni agua".
Todo está relacionado. En el sector crítico se encuentran figuras como los alcaldes de Tías y Arrecife, así como muchos de sus concejales. Desde esa posición de cierto poder, y en tanto no reconozcan la legitimidad de las ejecutivas que deberían marcar sus respectivas líneas políticas, van a seguir yendo a su aire, poniendo todos los palos en la bicicleta que puedan hasta que el duro se les acabe a ellos o hasta que el sector de Espino caiga de maduro, lo que ocurra primero. La apuesta está ahí, clara y diáfana sobre el tapete, y mientras tanto, nosotros, los ciudadanos de a pie, hemos de sufrir las niñatadas propias de patio de colegio con estupefacta resignación.
Por la cuenta que nos trae a todos, urge que el PSOE sea capaz de poner orden en el seno de sus propias filas. Que las impugnaciones se resuelvan de una vez y si es necesario dar un golpe de autoridad desde la regional, que se haga sin contemplaciones. Son todavía un par de años buenos los que tienen por delante gobernando en muchas de las principales instituciones de Lanzarote, y los ciudadanos no nos merecemos ser ninguneados por culpa de las trifulcas internas de un partido.