Más de 150 muertos. Decenas de familias destrozadas. Una tragedia aérea sacude de nuevo a Canarias y ahora, además de llorar a las víctimas y acompañar en el dolor a sus familiares, también es inevitable una pregunta: ¿Por qué?
Por eso, resulta incomprensible que los responsables de Spanair, en su primera comparecencia pública tras el fatal accidente, afirmaran que hablar de las causas en ese momento no era "la prioridad".
Evidentemente, lo primero es atender a los pasajeros y a sus allegados, pero incluso ellos merecen, es más, necesitan, respuestas. Porque en medio del dolor, también hace falta saber qué ha sucedido. Necesitan que alguien les explique por qué su hija, su nieto o su madre no volverán a casa. Por qué un avión terminó calcinado, convirtiéndose en una trampa mortal para sus pasajeros, sin haber llegado siquiera a salir del aeropuerto.
Fue una de las muchas incógnitas que la compañía aérea dejó en el aire el mismo día de la tragedia. Tampoco quiso hablar de por qué el vuelo, cuando ya estaba en la pista, volvió de nuevo a la zona de estacionamiento, despegando finalmente con algo más de una hora de retraso. De hecho, ni siquiera quisieron confirmar esa información, que dejaba entrever que había fallos técnicos en el avión y que, pese a todo, alguien decidió que podía despegar hacia Gran Canaria.
Finalmente, al día siguiente la compañía sí admitió que el piloto había advertido un problema en el avión, que resultó ser un calentamiento excesivo en la toma de aire, pero el subdirector general de Operaciones de Spanair defendió el despegue afirmando una vez "aislado" el problema, se le autorizó a que volviera a la pista al no detectar más anomalías. Unas explicaciones que llegaban cuando todos los medios de comunicación ya llevaban un día dando cuenta de ese hecho, que incluso fue confirmado a sus familiares por alguno de los supervivientes.
Ahora, al margen de las declaraciones tardías de la empresa, será el juzgado y la comisión creada especialmente los que tengan que determinar si se actuó o no correctamente. Y también qué sucedió para desencadenar esta tragedia, ya que el fallo de un motor, por sí sólo, no debería dar lugar a un accidente de tamaña magnitud.
La sombra de la crisis económica de Spanair, inmersa también en conflictos laborales por los despidos que había anunciado, alimenta aún más las conjeturas, que desde luego es lo que más sobra ante una situación así. Que en los primeros momentos hubiera problemas para acceder a la información o confirmar datos, o que la lista de pasajeros tardara horas en hacerse pública, son cuestiones lógicas en medio del drama y el caos que se instaló en Barajas. Pero que horas después la compañía se negara a dar explicaciones e intentara ocultar datos, sólo empaña aún más uno de los capítulos más negros de la historia de España.
De hecho, y aunque lo que más ha hecho Spanair es recalcar que "está haciendo todo lo posible para ayudar a los pasajeros y sus familiares de todas las formas posibles, para cubrir sus necesidades inmediatas", lo cierto es que también ha recibido críticas por su atención. Incluso, el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, cargó el mismo miércoles contra la compañía y contra Aena por la escasa información que estaban facilitando a los allegados, llegando a afirmar que "ahora mismo, la máquina que les contesta no suple las palabras de aliento que necesitan en este momento".
Evidentemente, no hay nada que pueda apagar el dolor ni devolver a esas 153 personas que perdieron la vida. Pero por ellas, por sus familiares y por todas las personas que cada día deben subir a un avión, se tiene que llegar hasta el fondo de lo sucedido. Y no se trata de crear alarmas excesivas, porque pese a esta tragedia, lo cierto es que el porcentaje de accidentes de avión es ínfimo comparado con el de otros medios de transporte y, sin ir más lejos, en tres semanas mueren en las carreteras españolas tantas personas como los fallecidos del vuelo 5022. Pero para que todos sigamos convencidos de la seguridad aérea y de la vigilancia del Estado sobre las compañías, es necesario aclarar por qué.