Opinión

Manipulando, tergiversando y maquillando los hechos

Desde siempre se han venido manipulando, tergiversando y maquillando los hechos, las ideas y los conceptos, incluso en ocasiones, las propias ciencias, y siempre con el deleznable propósito de obtener algún lucro con ello, bien en el ...

Desde siempre se han venido manipulando, tergiversando y maquillando los hechos, las ideas y los conceptos, incluso en ocasiones, las propias ciencias, y siempre con el deleznable propósito de obtener algún lucro con ello, bien en el orden político o bien en el material, cuando no en ambos a la vez. Se ha manipulado y se seguirá manipulando la Historia según las conveniencias de los poderes delmomento; y todo ello dentro de la más cínica de las desfachateces. Estas tropelías son llevadas a cabo por

aprendices de brujos o pretendidos guardianes de una ortodoxia sui generis, quebradiza y artera, a caballo entre lo esotérico y lo patafísico. Otras veces entran en el juego alquimistas del lado oscuro de la Fuerza, gentes

que han abandonado el sendero de la rectitud y la verdad, tentados por becerros de oro y cautivadores cantos se sirena que solo conducen a arrecifes de destrucción. Eso si, todos ellos mas dados al dislate que al acierto, que algo es algo.

Un paradigma de lo expuesto fue el maquiavélico ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, consumado maestro de la mistificación y el lenguaje falaz. Sostenía este individuo que una mentira repetida mil veces acababa siendo

una verdad. Obviamente, esto no es cierto; una mentira jamás se convertirá en verdad, en todo caso la"convierten". Lo que ocurre es que la repetición de una falacia acaba, por decirlo de algún modo, anestesiando el cacúmen de la masa, deteriorando o incluso anulando sus facultades de discernimiento entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal. A lo largo de la Historia se ha recurrido mil y una veces a tal martingala, casi siempre con notable éxito. Deshacer una de estas mentiras ha costado, en ocasiones, siglos de denodado esfuerzo.

Una buena muestra de lo anterior se halla en el libro Lingua Tertii Imperii. La Lengua del Tercer Imperio, o Tercer Reich, del filólogo Victor Klemperer que fue profesor en la Universidad de Dresde. Durante los últimos años del régimen nazi escribió unos diarios en lo que analizó el lenguaje oficial y su influencia en la vida cotidiana, así como el grado de perversión del mismo con vistas a la justificación del horrorque llegó a imperar durante aquel infame régimen. En este sentido, puede decirse que uno de los más rotundos éxitos del nazismo consistió en transformar el lenguaje de tal manera que quedase revestido de unas propiedades que se mostraron

terriblemente efectivas a la hora de suscitar en la inmensa mayoría de sus usuarios un estado de ánimo (y de eso se trató: de un estado de ánimo que supliese la convicción racional) propicio para el cumplimiento de su

programa político. En esto coincidieron casi unánimemente todos los totalitarismos del pasado siglo.

Para muchos de estos manipuladores de mentes a través del lenguaje, el desideratum seria que la opinión pública permaneciese en las condiciones que describe Platón en el conocido como "mito de la caverna". Pero ese intento

resulta cada vez más problemático y de difícil, aunque no imposible, logro. "La verdad os hará libres" (Juan 8,32)

J. Lavín.