Julia Medina Cáceres nació en Berrugo unos años antes de la Guerra Civil, siendo hija de Gabino Medina Martín y Lucía Cáceres González, y formó parte de la primera generación nacida en la zona. Su padre se había trasladado ...
Julia Medina Cáceres nació en Berrugo unos años antes de la Guerra Civil, siendo hija de Gabino Medina Martín y Lucía Cáceres González, y formó parte de la primera generación nacida en la zona. Su padre se había trasladado allí a principios de siglo a trabajar en las salinas.
Su familia ha habitado las casitas blancas de Berrugo durante el reinado de Alfonso XIII, la Guerra Civil española, la dictadura de Franco y la democracia. Los muros de la vivienda de Julia han sido testigos de una parte de nuestra historia y de las vidas de sus descendientes. Hasta hoy, cuando deban abandonar para siempre la casa y la tierra de su estirpe.
En la memoria de su linaje no habrá más reuniones de cuatro generaciones de la familia, sentadas en los bancos de piedra de su casa de Berrugo. Pero habrá espacio para el convencimiento de que los poderosos, esos que no entienden de sentimientos o recuerdos, esos que sólo saben de dinero, se han quedado con un tesoro familiar.
Si Julia viviera la pesadilla, no entendería que las palabras de los hombres ya no valen. Que los documentos son necesarios. No tendría palabras para definir el dolor de dejar atrás una vida, de ver profanar la intimidad de los momentos pasados en aquella casa por sus padres, hermanos, hijos, nietos y bisnietos. Esa familia que dejó de tener la mar como única vista a sus pies, pero que resistía el embate del cemento. Que seguía yendo a pescar, a mariscar, a pulpiar, perpetuando las tradiciones más de un siglo después de su llegada a Berrugo.
Los Medina, nietos y bisnietos de Julia, resistieron las presiones de los poderosos, que con la bandera del dinero hacen y deshacen a su antojo, como si la isla les perteneciera. Resistieron hasta que un abogado pidió a un juez que los echara de casa, porque no hay papel que diga que es suya.
El pueblo de Lanzarote, hoy, ha perdido otra batalla contra la especulación, la codicia y el hambre de dinero, de la que hacen gala quienes han provocado esta situación. La familia Medina Cáceres es hoy el último símbolo de la lucha de un pueblo que debe decir BASTA YA. Basta ya a la ambición desmedida, a los clanes, a las ?familias? que campan a sus anchas creyendo que con dinero se obtienen todos los fines.
El pueblo de Lanzarote tiene que lanzar un contundente mensaje a los propietarios del Plan Parcial Castillo del Águila. Esos que quieren desarraigar a una familia porque sí. Porque no estaba en los planes mantener una edificación de finales del siglo XIX en pleno corazón de un puerto deportivo.
Pero poco les importa a estos propietarios el dolor que con tan legal desalojo causan. Ellos demuestran con su acto su catadura moral y su ética. Lanzarote no debe permitir más Berrugos? Se lo debemos a Julia.
Pedro J. Suárez García