La Operación "Unión" no sólo ha dejado detenciones y rupturas de pactos. Además de poner en jaque a las presuntas redes de corrupción, también ha servido para cambiar una mentalidad que la isla tenía demasiado ...
La Operación "Unión" no sólo ha dejado detenciones y rupturas de pactos. Además de poner en jaque a las presuntas redes de corrupción, también ha servido para cambiar una mentalidad que la isla tenía demasiado arraigada. Una normalización de lo que era totalmente incomprensible.
El mejor ejemplo es que por primera vez, el Partido de Independientes de Lanzarote se ha visto obligado a suspender de militancia a los cargos públicos que ingresaron en prisión provisional en el marco de esta operación. El mismísimo Dimas Martín ha perdido su cargo como presidente de honor del partido, al menos hasta que haya sentencia firme por esta causa.
Sin duda, un giro radical en su actitud. Ahora, el PIL hace ante una imputación lo que nunca jamás había hecho ni con sentencias firmes. De hecho, acompañaba a su líder hasta las puertas de prisión, respaldaba que entrara en Tahíche con el cargo de presidente del Cabildo debajo del brazo y hasta daba ruedas de prensa asegurando que era un preso político, incluso ahora, que cumplía condena por malversación de fondos públicos.
Con ese historial, cuesta creer en la sinceridad de este gesto, que además ha llegado en la misma semana en la que el portavoz del PIL volvía a referirse a Dimas como "unreferente", "un ejemplo" y "el espejo en que muchos políticos han querido mirarse".
Cuesta creer que realmente el PIL haya dejado de ser sinónimo de Dimas Martín. Pero al margen de si es cierto o no, ya es todo un síntoma que las circunstancias les hayan llevado a hacer algo que hasta la llegada de la Operación "Unión", hubiera sido impensable.
Y es que además de destapar una presunta trama de comisiones ilegales y de dejar detenciones y rupturas de pactos, esta intervención judicial también ha traído un poco de cordura. Al menos, ha permitido que algunos digan en voz alta que el PIL se ha dedicado durante años a "jalear la corrupción". Y ése, sin duda, debe ser el primer paso para intentar desterrar de una vez por todas determinadas formas de hacer política que han imperado en la isla durante los últimos 20 años.
Por un lado, por supuesto, desterrando la delincuencia de las instituciones. Pero también, elevando los límites éticos y morales de los partidos políticos de la isla.
La Operación "Unión" ha sido un motivo de satisfacción para muchos lanzaroteños, que creen que esto puede poner fin a una era marcada por las ambiciones personales y la especulación. Y si ahora pudieran volver a elegir el gobierno del Cabildo o de su ayuntamiento, seguro que muchos ciudadanos tendrían muy en cuenta lo vivido durante las últimas semanas.
Sin embargo, para las próximas elecciones locales aún faltan dos años, y ahora está en manos de los políticos intentar dar la respuesta que la ciudadanía necesita. Y sobre todo, lanzar un mensaje claro de que en Lanzarote ya no vale todo.
De los apoyos que se logren ahora o de los posibles nuevos pactos que se firmen sí va a salir un espejo: el que demuestre de qué lado está cada quien ante lo verdaderamente importante. Si las uniones se producen por la necesidad de sacar a la isla adelante, después de haber quedado prácticamente bloqueada con seis instituciones en minoría, o si surgen por la unión de intereses particulares que poco tienen que ver con el bien común.
Desde luego cualquier pacto que pueda producirse será complicado, porque poco tienen que ver las principales fuerzas de las que debe salir el acuerdo, pero la cuestión es que los partidos dejen claro por qué camino quieren transitar, y qué intereses son los que van a primar a la hora de dar una respuesta a los ciudadanos.