Opinión

Haití, un coro de cuatro millones de voces en riesgo

Por Françoise Gruloos-Ackermans Los niños en Haití son un coro de más de cuatro millones de voces, casi la mitad de la población total del país. Cada una de estas voces habla de un niño cuya vida ha sido alterada para siempre por el terremoto de enero de 2010, ...

Por Françoise Gruloos-Ackermans
Los niños en Haití son un coro de más de cuatro millones de voces, casi la mitad de la población total del país. Cada una de estas voces habla de un niño cuya vida ha sido alterada para siempre por el terremoto de enero de 2010, ...

Los niños en Haití son un coro de más de cuatro millones de voces, casi la mitad de la población total del país. Cada una de estas voces habla de un niño cuya vida ha sido alterada para siempre por el terremoto de enero de 2010, el cólera, el huracán y los disturbios civiles que han complicado más aun la respuesta humanitaria.

Este coro de voces comparte esperanzas y aspiraciones comunes y pide al unísono educación, que se ponga fin al hambre y a la desnutrición, pide protección contra amenazas físicas y emocionales, y una vida saludable con un acceso equitativo al agua potable, saneamiento, salud y medios de subsistencia.

Lamentablemente, esto sigue siendo un sueño frágil para la mayoría de los niños de Haití, incluso 12 meses después del terremoto.

En este país del Caribe, de más de 9 millones de habitantes, 1 de cada 12 niños muere antes de cumplir cinco años, 1 de cada 16 nunca llega a su primer cumpleaños y 1 de cada 4 sufre desnutrición crónica que le producirá impactos irreversibles en su desarrollo cognitivo y, por tanto, se reducirán sus posibilidades en el futuro. La difícil situación de las mujeres es desalentadora, con la probabilidad de morir innecesariamente en el parto en una de cada 37 ocasiones; tres cuartas partes de los partos no tienen asistencia cualificada.

Estos indicadores pintaban un panorama sombrío para los niños y las mujeres, incluso antes de que el terremoto de enero 2010 enfocara la atención en este país que sufre tantas desventajas. Pero con el brote de cólera, que ha matado a más de 3.500 personas y afectado a más de 150.000, el panorama se ha vuelto aún más complicado. Unicef fue una de las primeras organizaciones en responder; se establecieron 72 centros y unidades de tratamiento del cólera y, con el apoyo de otras organizaciones en el terreno, se están distribuyendo suministros médicos, pastillas potabilizadoras de agua y jabón, entre otros suministros, mientrasse llevan a cabo campañas masivas de sensibilización para que los haitianos puedan protegerse a sí mismos de la transmisión de la enfermedad.

Actualmente, 380.000 niños siguen viviendo en campamentos de desplazados, enfrentándose a mayores riesgos de violencia de género, trata y abuso. Demasiados niños siguen siendo explotados como trabajadores domésticos no remunerados y privados de sus derechos más básicos. UNICEF está apoyando el fortalecimiento de la agencia de protección de los niños de Haití y de la policía para prevenir el tráfico de niños en las fronteras.

Si bien el alcance del fenómeno ha sido siempre difícil de definir, se teme que el número de víctimas del tráfico de niños sea mayor desde el terremoto.

Estoy orgullosa de los progresos que se han realizado hasta la fecha para ayudar a Haití a recuperarse del terremoto - 720.000 niños reciben apoyo en 2.000 escuelas, casi 100.000 niños pueden jugar e interactuar en 369 Espacios Amigos de la Infancia, se ha vacunado a casi 2 millones de niños contra enfermedades que amenazan la vida, y en elpeor momento de la emergencia, Unicef y sus contrapartes del frupo de Coordinación de Agua y Saneamiento proporcionaron acceso a agua limpia a 1.2 millones de personas.

Y también me siento orgullosa de que hoy, gracias en parte a UNICEF y a sus contrapartes que trabajan apoyando al Gobierno de Haití, el aumento de la desnutrición se ha evitado y se está ayudando a los niños a recuperarse del trauma del terremoto. Pero hay miedo y casi certeza de que sin un compromiso continuado y un enfoque en la creación de soluciones sostenibles, lo conseguidohasta ahora se pueda perder, y la determinación y dedicación de los organismos internacionales y agencias nacionales y de los propios haitianos, reciban cada vez menos apoyos.

He vivido en primera persona la esfuerzos y la dedicación de los comités nacionales de Unicef, de los aliados internacionales y nacionales, y, en particular, del personal que trabaja cada día para mejorar el acceso a los servicios, para ayudar a proteger a los niños contra la explotación. He visto las maravillas que nuestras contrapartes están consiguiendo en nuestros Espacios Amigos de la Infancia para recuperar a los niños de los traumas que han sufrido, proporcionándoles un entorno enriquecedor y protector.

Y nunca ha dejado de sorprenderme la rapidez con la que hicimos posible que los niños volvieran a la escuela, empezando por la creación de 225 espacios temporales de aprendizaje a través de la distribución de más de 1.600 carpas, y poco después la construcción de 90 escuelas semi-permanentes, para que los niños pudieran ir a la escuela, muchos por primera vez, y ejercer su derecho a la educación.

El éxito conseguido en favor de la infancia se lo debemos a nuestras contrapartes y a los muchos países y personas que han respondido tan generosamente al terremoto y a la epidemia de cólera. Pero los niños haitianos necesitan y merecen más.

Demasiados siguen viviendo al borde de la supervivencia. Demasiados permanecen atrapados en campos de desplazados, demasiadas voces siguen sin ser oídas, y demasiados niños siguen sin poder acceder a los servicios más básicos.

En un país donde dos tercios de la población vive con menos de dos dólares al día, poner la equidad al frente de nuestros esfuerzos humanitarios es un reto especial, y más aún tras el terremoto.

La equidad para los niños de Haití será nuestro principio rector mientras centremoslas energías en los niños, particularmente en zonas remotas, donde tienen menosy donde los esfuerzos humanitarios tendrán un impacto más grande y duradero.

Hay un dicho haitiano que siempre tengo en mente - "timoun se riches" (los niños son tesoros)-. Cada día renuevo mi esperanza en que la ola mundial de solidaridad para los niños de Haití no desaparezca, en que estos tesoros y toda una generación no se pierdan por la falta de cuidado y en proteger el futuro que los niños representan.

Los niños de Haití cuentan con nuestra ayuda para vencer todas las dificultades que tienen en contra de su supervivencia y desarrollo. Se lo debemos a ellos para cumplir con nuestra promesa, y mantener esa promesa será el centro de los esfuerzos de Unicef en Haití en 2011 y en los próximos años.

*Françoise Gruloos-Ackermans es representante de Unicef en Haití.