Inyectar liquidez es crear más deuda para el futuro (nadie da duros a cuatro pesetas?); deuda quetendrá que pagar la generación que ya se encuentra hoy entre las más hipotecadas ? en todos lossentidos - de ...
Inyectar liquidez es crear más deuda para el futuro (nadie da duros a cuatro pesetas?); deuda que
tendrá que pagar la generación que ya se encuentra hoy entre las más hipotecadas ? en todos los
sentidos - de la Historia. Una generación, la posterior al llamado baby boom, que presenció en la
infancia como sus progenitores, los hijos de la posguerra mundial, desplegaban el Mundo con
enorme crecimiento que resurgió de las cenizas de la tragedia bélica. Fue la llamada "era del
desarrollo", aspiración que proclamara Harry Truman en 1949, en la que todos, independientemente
de nuestra latitud, debíamos incorporarnos al crecimiento económico permanente, para alcanzar
cotas siempre insuficientes de disfrute de bienes y servicios. Aún hoy la mayoría del Planeta no ha
adquirido ese estatus de desarrollado, cuando ya estamos presenciando el finiquitado y cierre por
liquidación de ese regurgitado de las fuerzas tremendas del mercado.
Efectivamente, los nacidos en los cincuenta vivieron una esfervescente multiplicación de las
variables económicas, con el casi definitivo abandono del hábitat rural, el nacimiento de la
globalización, la creación de nuevas industrias como la del turismo o la promoción del american way
of life, que en eso consistía desarrollarse. Paulatinamente, la mayoría de las comunidades del Norte,
y algunas escogidas zonas del Sur, se iban convirtiendo al urbanismo del adosado, el coche
individual, el cajero automático y de supermercado y la extensión del trabajo asalariado. Somos
conscientes de que esa transformación hubiera sido imposible sin la extracción descomunal de
recursos y materiales del subsuelo, llevando al Planeta a la llamada quinta gran extinción de especies
y al agotamiento y modificación importante de las condiciones climáticas y del entorno en general.
El engranaje del modelo viene lubricado ? además, literalmente ? por el petróleo, cuyo consumo, en
los años 60 y 70 superó siempre al que la Humanidad había hecho en toda la Historia anterior del
uso de ese recurso, garantizando que más pronto que tarde afrontaría la siguiente generación la
escasez, fruto de la anterior abundancia. Para crecer en un Mundo que se iba haciendo
crecientemente urbano, industrializado y global, el uso exponencial del dinero, además, resultó
esencial, quedando obsoleto el patrón oro, o cualquier referencia, material o moral, que supusiera un
ponerles puertas al campo del llamado progreso. Como siempre ha ocurrido con los irrefrenables
despliegues del capitalismo, los papeles que representan la riqueza, en forma de anotaciones
contables, crecen mucho más rápido que la misma transacción de bienes y servicios, lo que hace
inevitables los crash y las consecuentes depresiones económicas, corregidas con conflictos más o
menos cruentos.
La nueva generación hipotecada apenas tiene tiempo para plantearse el problema, porque fue
educada en el consumo de usar y tirar, a base de créditos nacidos en la creencia de que "siempre
habría más", dejando el resto del tiempo para intentar la compleja independencia familiar, en la era
de la burbuja inmobiliaria. Pero, presa de su propio destino como hija de la exuberancia, paga los
pecadillos del lujo que comparte, y ahora se sienta a contemplar en los telediarios como quiebra el
sacrosanto postulado de que todo siempre podía crecer. Ya está sufriendo en sus carnes la generación
actual el desmantelamiento del chiringuito prefabricado del actual modelo, como que globalmente,
apenas puede tener descendencia para procurar el relevo de lo que ya intuye serán sus exiguas o
inexistentes pensiones.
El rescate y las ayudas al actual statu quo financiero son la puntilla sobre sus
marchitas cuentas corrientes. A la hipoteca y el enésimo préstamo, a los crecientes costes ? fruto del
fin de casi todo lo barato y la burbuja de dinero mayor que ha existido -, y a la presión sobre el
territorio, se le une ahora una nueva deuda, decidida por el poder ? puro baby boom adinerado
comandando ? que se atrinchera en su fe exponencial, en el intento de parchear el inevitable
desangrado de este engendro. Cuanto antes nos desengañemos del fabuloso truco en que consiste el
grifo eterno de la abundancia crematística, antes caeremos en la cuenta del fiasco que supone lidiar
con el empeño de seguir creciendo para devolver semejantes cantidades que, más que ofrecer
liquidez, liquidan esperanzas de retormar senderos más ligados a modelos que alivien más que
agraven la deuda de la generación venidera.