El Tablero

27 de junio de 2018 (15:26 CET)

El panfleto vocero de la mafia del ladrillo en Lanzarote lleva semanas calentando la polémica territorial de la isla. Utilizan un lenguaje soez, falsario, amenazante, intimidatorio y rancio. Nada nuevo cuando se trata de seguir defendiendo los privilegios e intereses económicos de quienes han hecho fortuna saqueando el dinero público de las instituciones que caen en manos de cantineros y medianeras.

Se trata de seguir sirviéndose de lo público a costa de desprestigiar a quienes no sólo no se prestan a compartir mesa con carteristas, sino que osan no hacerle la reverencia a bastardos convertidos en mafiosos en su propia tierra.

Nada nuevo, nada que no sufra este país a diestro y siniestro de la geografía peninsular, la única diferencia es que esto es una isla, no existe el anonimato, todos sabemos de todos. No hace falta que sigan poniendo detectives, pueden ahorrarse la propina a los perros de presa que han soltado, porque aquí nos conocemos todos desde niños.

Utilizan conceptos tan arcaicos como "la mesa camilla", mesa que ya se encargó el capo de montar con todo lujo de detalle, pero en la que, en esta ocasión, no se sentaron todas las partes invitadas. Y las que se sentaron lo hicieron de rodillas.

A los que no se sentaron a comer en la mesa del capo, el planfleto de la mafia les señala y acosa. Caídos al Alba, cortada la flor de Lis, con un presidente correveidile tan cobarde que no pudo sostener la pluma de su particular retrato, y con el cantinero a las puertas del banquillo, ya no hay nada que ocultar. Maletas repletas vía Las Palmas, viajes de cantineros y quintos poderes autodesprestigiados y venidos a menos, viejos carcomidos con la derrota dibujada en la cara, usando lo más estúpido de la familia, paseando por fiscalía para sacarle corcho al alcornoque. Bendito secuestro el de Carlota.

Es una guerra que lleva años lejos de la mesa camilla, esa que dejó de respetar los partidos de futbito de la juventud. Es una guerra que han perdido el siglo pasado, pero resisten, se resisten como cucarachas patas arriba aspirando a un nuevo aeropuerto, a un nuevo PIOL, a un nuevo Plan de La Geria... a ordeñar el cochino negro antes de que las encuestas se conviertan en realidad, y los cantineros vuelvan a ser lo que nunca han dejado de ser, meros instrumentos tan amortizados como los que pasan sus días a la sombra.

No es una mesa camilla lo que tienen delante, la isla es un tablero en el que los matones de barrio ya no tienen lugar y las ansias psicóticas del capo le impiden jugar. Creen mal quienes creen que todo vale y que todos valen porque, a pesar del tiempo transcurrido y de los años compartiendo tablero, siguen sin saber del valor y la consistencia de quienes tienen delante.

Sin herederos válidos que les permitan irse tranquilos a vivir los últimos años de su vida. El cuervo ambicioso y cortoplacista cría cuervos inútiles y simplones. Brindaremos con Stratvs, no es una cuestión personal.

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