Costa Teguise tiene esa aura “sabinesca” de “Pongamos que hablo de Madrid”, allá donde se cruzan todos los caminos. Sin embargo, al contrario que en la capital, a la vera del cincuentón núcleo turístico teguiseño el mar sí se puede concebir. Y nuestro sol, gracias al alisio, suaviza el ambiente para el regocijo de windsurfistas, caminantes y bañistas.
Medio siglo da para contar grandes historias de quienes decidieron convertirse en lanzaroteñ@s de facto arrimando el hombro en lo mucho que había que hacer. Se quedaron entre nosotros y echaron raíces que siguen dando vida y caracterizando a Costa Teguise como ese lugar donde sopla el vientecillo de la libertad sin que nadie te pida el dni ni tu partida de nacimiento.
Una recorre sus avenidas, su red de hostelería, sus playas y debo reconocer que más de un corrientazo eléctrico he sentido. Me gusta Costa Teguise, vivirla. Pero reclama, reclamo, un nuevo impulso, un click para rejuvenecerla tras medio siglo de existencia.
Pues mientras hago camino al andar por este núcleo turístico-residencial con más de 9000 vecinos y miles de turistas en “modo vacaciones”, detecto claramente que siendo una joya (que lo es) no se le saca su máximo potencial, no se le extrae todo su jugo, no se pule como debiera. Y resulta una pena que por simple dejadez, por esa inercia de cruzarse los hombros y despachar el futuro con un parsimonioso “déjalo estar”, Costa Teguise no luzca con todo el resplandor que debiera.
Me niego a aceptarlo y como esta boca es mía exijo al gobierno municipal a que tome como suyas las propuestas de mi partido, el PSOE, para esta localidad, entre ellas, la última lanzada esta semana: transformar una red de senderos dejada de la mano de Dios en un hervidero de dinamización social y deportiva de primer orden.
Que los caminos se arreglen para su tránsito seguro, que caigan aquellas barreras que imposibilitan su disfrute a tod@s de la mano de la inclusión, que se habiliten los puntos de calistenia que complementen la actividad física de residentes y turistas, que se creen espacios para compartir un picnic (¿unos grandes bancos alrededor de robustas mesa de madera?), que se ponga luz para disfrutar de los itinerarios a cualquier hora y se evite la sensación de inseguridad en determinadas franjas de los senderos.
Una Costa Teguise mejor, posible, más divertida, más sana, más deportiva. A nuestro alcance con voluntad y altura de miras, alzando el mentón para ver el futuro de otros 50 años de felicidad en Costa Teguise. En definitiva, que cuando la pálida dama viniera a visitarme no tuviera la necesidad de clamar “que a mí me lleven al sur donde nací” porque yo me bajo en Costa, yo me quedo en Costa Teguise.