Coincido con ERC que este Estatut es demasiado poco ambicioso a 28 años
de la transición. Cierto es que el PP está vociferando con mentiras y
esperpentos, y no aceptaría una propuesta más ambiciosa, pero es que
tampoco acepta la descafeinada propuesta actual. No nos deberían
preocupar sus pataletas, porque tambiénclamaron al cielo con los
matrimonios homosexuales y se los tubieron que tragar. El PP debe
comprender que el Estado español camina hacia la modernidad, y no porque
los políticos nos lleven, sino por el empuje decidido de la sociedad.
Hace falta apretar más desde Cataluña porque seguro que el PSOE puede ir
más allá en la federalización y no lo hará por propio pie. Tampoco entiendo, más allá de chantajes interesados, que se exija a ERC comulgar con la oferta del Gobierno español, escenificada con CIU, bajo pena de salir del tripartito de la Generalitat. Igual como no acepto que se
insinuara a ICV que debería salir del Ayuntamiento de Barcelona si discrepaba ante la represión que supone la ordenanza municipal contra el incivismo. Los políticos debéis saber que los ciudadanos aprobamos que los partidos formen gobierno con quien tienen más afinidades y que, al
mismo tiempo, voten leyes concretas manteniendo las diferentes sensibilidades políticas. El sistema representativo ya de por si es lo suficiente alejado de los ciudadanos como para que el exiguo espectro
ideológico de los cinco partidos catalanes quede reducido a dos colores: gobierno y oposición. Nuestra democracia no tiene que evolucionar hacia el bipartidismo, sino que lo debe hacer en la dirección contraria acercandose a lo que se está denominando democracia directa o participativa, para devolver el poder a los ciudadanos.
Jordi Oriola i Folch