Carta de un elector a sus representantes

12 de agosto de 2016 (15:15 CET)

Señores diputados y señoras diputadas:

Me dirijo a ustedes para pedirles perdón por haber votado mal. Es más, apelo a su gran magnanimidad, y ruego me perdonen por segunda vez, ya que he sido reincidente. Confieso no haber captado el mensaje que me enviaron con la repetición de elecciones y haber elegido lo mismo. En mi descargo puedo aducir el haber sido educado en sistemas educativos poco dados al pensamiento y la reflexión. Problema ya resuelto con la LOMCE, cuyas bondades no me cansaré de alabar. Tal es así, que al haberme jubilado de maestro cuando esta iniciaba su andadura, solicité mi reingreso, que desgraciadamente no me fue aceptado.

Señor D. Mariano Rajoy: A usted le pido especial perdón por haberle cambiado el paso cuando ya estaba tan bien habituado a la mayoría absoluta, cuyo gobierno ejecutaba con extraordinaria destreza. A sus años, el reciclarse no es fácil, y es un motivo que debería haber pesado en mi voto. Observo sus perniciosos efectos hasta en sus magistrales frases, dignas de ser esculpidas en imperecederos materiales, cual si de un segundo Paulo Coelho se tratase. Su "España está llena de españoles" quizá no fuera meditada tanto como otras joyas precedentes. Le aseguro que en Londres se está más entre españoles que en Mallorca.

Por otra parte creo que su laboriosísimo trabajo actual, como efecto colateral, le impide asistir a Río. Desgraciadamente este hecho nos priva de una medalla de oro más, pues de todos es conocida su insuperable preparación en la modalidad de marcha.

Señor D. Pedro Sánchez: Perdóneme si le digo que es usted algo desobediente. ¿Cómo no hace caso a la voz de la experiencia de su partido? ¿Cómo no sigue usted los excelsos sermones que el señor Corcuera les envía desde el púlpito de la televisión? ¿Y cómo no hace caso a lo que un día sí y otro también manifiesta el insigne "Isidoro" de la clandestinidad? ¡Qué pena que con el paso del tiempo se le hayan borrado las cuatro primeras letras de su nombre de guerra!

Señor D. Albert Rivera: Su juventud sí le hace estar al loro de los tiempos y ya veo que su proceso de adaptación avanza a marchas forzadas. Usted sí hace caso a sus jefes y aprende pronto el refranero español, especialmente aquel de donde dije digo ahora digo diego.

Señor. D. Pablo Iglesias: Siento no haberle concedido el cohete que esperaba para llegar al cielo. Ni siquiera en la segunda ocasión, donde parece iba a contar con más gasolina. Tendrá que habituarse a usar el montacargas o, en su defecto, a subir la escalera peldaño a peldaño. No se queje, porque a lo mejor esta nueva forma le quita un lastre que quizá no fuera buena compañía.

No quiero acabar mi carta sin dar recomendaciones por si hubiera que hacer nuevas elecciones. Propongo dos sistemas novedosos para que de una vez por todas den el resultado apetecido.

El primero consistiría en realizar simulacros de elecciones hasta que por fin se consiguiera el resultado deseado. Una vez obtenido éste se haría la representación oficial con todo lujo de detalles.

El segundo consistiría en que ustedes mismos nos enviaran a cada elector/a el voto ya decidido. Se lo agradeceríamos mucho porque así nos evitarían un trabajo difícil, ya que, a decir verdad, está complicado saber qué hacer para acertar. 

Perdón, ahora caigo. El segundo sistema es imposible, ya que previamente se tendrían ustedes que poner de acuerdo para decidir qué papeleta nos enviaban.

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