"Carta abierta al Director del Rancho Texas en Lanzarote"

1 de abril de 2015 (16:26 CET)

Llevo treinta años investigando los cetáceos (ballenas y delfines) de las islas Canarias y el delfín mular en particular. Esta especie amenazada reside, se reproduce y alimenta en nuestras aguas. Hemos identificado más de 600 individuos y conocemos a algunos desde hace 15 años, así como a varias de sus crías que han ido creciendo ante nuestros ojos. Nos maravillamos con ellos y nos sentimos afortunados de dedicar nuestras vidas a su estudio y conservación. He oído que va a abrir un delfinario en sus instalaciones y tengo que decirle que para mi son malas noticias. Vaya por delante que detesto que los animales sean utilizados en espectáculos. No me gustan ni los zoos ni los acuarios y me deprimen los circos que los utilizan. Para mi es una cuestión de principios. Sólo justifico aquellos centros que mantienen en cautivad especies en peligro o en recuperación en el marco de un programa riguroso de conservación.

Para mi un delfinario no es una oferta de ocio, ni una oportunidad educativa. Quiero llamar a las cosas por su nombre. Un delfinario es un negocio donde los delfines son reducidos a payasos que trabajan para divertir a un público que no suele ser consciente de su padecimiento. No son educativos por mucho que pretendan serlo y proyectan una imagen distorsionada de estos animales. Los delfines que van a ser recluidos en sus instalaciones son de la misma especie que vengo estudiando desde hace años, sólo que los suyos han tenido la mala suerte de ser capturados o nacidos en cautividad para el negocio de unos pocos y el entretenimiento de muchos. Quiero abundar en el sufrimiento, porque no hace falta ser un experto para saber que estos animales sufren en cautividad, padeciendo problemas físicos y psicológicos por el simple hecho de mantenerlos confinados en espacios muy reducidos de por vida.

No sé de donde provienen sus delfines. La captura de un sólo animal en libertad tiene consecuencias devastadoras para el resto de la manada. Durante las operaciones de captura son comunes las muertes de varios ejemplares por el shock y el estrés. También son frecuentes las separaciones entre madres y crías. Estas capturas se realizan en países con ninguna o una pobre legislación ambiental. Además, la tasa de mortalidad entre los individuos capturados es muy alta durante los primeros días, por lo que son necesarias más y más capturas. Una práctica habitual para burlar la legislación nacional es que los delfines capturados pasen por otros países de paso para certificar que no son salvajes.

Los cetáceos no se adaptan bien a la cautividad. Los delfines mulares son animales inteligentes, con una gran capacidad cognitiva y una estructura social compleja, se comunican entre ellos y establecen una relación única con su medio. La naturaleza los diseñó para moverse continuamente (incluso dormidos) y para realizar grandes movimientos. Mantienen elevados vínculos familiares y sociales y poseen una gran capacidad de aprendizaje para adaptarse y sacar el mejor provecho de su hábitat. Por este motivo unas poblaciones de delfines son tan diferentes de otras, habiendo desarrollado una cultura que se trasmite de una generación a otra como ocurre en los grandes primates y en los humanos. Existe un creciente número de investigadores que están demostrando que estos mamíferos marinos son mucho más complejos de lo que creíamos, representando una verdadera cultura en los océanos. Por este motivo algunas naciones los consideran "personas no humanas".

En cautividad, los delfines están confinados en un espacio que siempre será minúsculo comparado con el mar, realizando movimientos que no representan ni la diezmilésima parte de los que realizan en un solo día en libertad, sin poder satisfacer sus necesidades sociales más básicas. Por ese motivo los defines llevan vidas miserables, con problemas psicológicos y de salud, lo que se traduce en índices de supervivencia bajos y esperanzas de vida que no llegan ni a la mitad que la de los animales salvajes, por mucho esfuerzo que hagan sus cuidadores. En ocasiones se pueden volver agresivos e incluso llegar a matar a sus entrenadores como ha ocurrido con algunas orcas. La mayoría de los científicos que se dedican al estudio de los cetáceos, especialmente de aquellos que realizan estudios en libertad -como en mi caso- estamos en contra de su cautiverio. Se que hablo en nombre de ellos. La industria de los delfinarios califica despectivamente a los detractores de esta actividad -incluyendo a científicos reconocidos- como activistas y radicales. Tampoco es causalidad que los mayores opositores al confinamientos de delfines sean precisamente ex-entrenadores que conocen bien las tripas de este negocio.

Su delfinario no tiene razón de ser y me atrevo a decir que ni siquiera es bueno para esta isla. Un delfinario en Lanzarote no es bienvenido, se lo aseguro. Mantener delfines en cautivad no es ético, es moralmente cuestionable y no tiene ningún valor educativo o científico. Proyecta una pobre imagen para una isla que es Reserva de la Biosfera y que ha librado recientemente una batalla contra la actividad petrolera, entre otros argumentos por la amenaza que suponía para las poblaciones de cetáceos. De abrirse, el suyo sería el cuarto delfinario de Canarias, donde ya existen otros tres: dos en Tenerife (Aqualand y Loro Parque) y uno en Gran Canaria (Palmitos Park). En el Reino Unido están prohibidos y otros países de la Unión Europea trabajan para seguir este ejemplo. Resulta paradójico que mientras en Europa se están cerrando delfinarios, en las islas se promuevan. Resulta ridículo que en un archipiélago con más de treinta especies de cetáceos (casi un tercio de las especies que se conocen en el planeta) existan delfinarios y resulta indignante e incomprensible que las administraciones competentes lo permitan.

Le agradecería que reconsiderase su posición y que no siga adelante con este proyecto. Es más, le pediría que sea imaginativo y emplee esas instalaciones para la recuperación de animales marinos heridos. La oposición a estos espectáculos está creciendo conforme aumenta el grado de conciencia y el respeto por los animales. Nuestra actitud personal hacia esa forma de maltrato marca la diferencia. Por esta razón animo al lector a que se informe y no visite este tipo de instalaciones. Enseñe a sus hijos con el ejemplo a que existen maneras respetuosas y dignas para observar, conocer y conservar a estas magníficas criaturas. Tenemos la suerte (y la responsabilidad) de vivir en un paraíso para los cetáceos. Hay que educar en valores, en el respeto y en el cuidado a los animales y el medio ambiente en un mundo en crisis. Ese es nuestro mejor legado para las generaciones venideras en este pequeño planeta azul.
Atentamente."

Vidal Martín ,Presidente de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (SECAC)
 

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