La isla de Lanzarote se aprecia en el imaginario colectivo no solo como un paisaje volcánico de belleza singular, sino también como una amalgama de expresión artística que navega entre la herencia de la tradición local y contemporáneos como Pancho Lasso, César Manrique, Ángel Guerra y las voces actuales que buscan definir uno de los posibles futuros culturales de la isla, entendiendo el mañana como una visión multifacética y orgánica. Este espacio insular singular enfrenta una dualidad que sentencia la creación artística de dos formas: por un lado, la visión anticuada que ve al arte como sinónimo de sacrificio y penuria; por otro, la expectativa falsamente heroica que demanda a cada artista ser un agente de cambio al nivel de cuando en el siglo XX el arte iba aventado por el favor político de su tiempo. Esta dualidad, simplifica excesivamente lo orgánico y conectado de la creatividad que caracteriza a la isla, pasando por alto la contribución vital del arte y la cultura, que representan más del 3% del Producto Interior Bruto (PIB) de España.
En un mundo en crisis, Lanzarote enfrenta retos universales que ponen en riesgo nuestro modelo de desarrollo: sobrepoblación, desequilibrio ambiental, egoísmo intergeneracional y tensiones sociales, desafíos que también ofrecen una perspectiva única para hablar con voz propia de este tiempo y lugar. Este contexto local sirve de enlace a la lucha porque Lanzarote sea un espacio creativo tanto sostenible como innovador, donde el arte no solo refleje la realidad social o personal sino que también proponga caminos hacia el futuro, porque es en las múltiples visiones individuales, realizadas desde la libertad personal donde encontraremos quizás esos causes comunes que nos lleven a reflexionar que somos y hacia donde vamos de forma conjunta.
La historia de Lanzarote está intrínsecamente ligada a la unión de los objetivos políticos, sociales y empresariales con las visiones artísticas, cuyo legado ha tejido la sostenibilidad en el ADN cultural de la isla. Hoy, los artistas de Lanzarote se encuentran en un desvío hacia dos veredas, entre honrar esa herencia y crear un nuevo camino que responda a las realidades contemporáneas. La necesidad de dialogar con el mundo y enfrentar los desafíos actuales ha llevado a una redefinición del papel del artista en la sociedad lanzaroteña. Es en este punto de inflexión donde la comunidad artística puede liderar el camino hacia una innovación cultural que mire de dónde venimos pero que plantee nuevos enfoques.
Nadie puede poner en duda que la gestión pública cultural en la isla ha mejorado muchísimo en la última década, gracias a un equipo profesional y técnico que aunque reducido y diezmado hace lo que está en su mano para componer en la isla la mejor programación posible. Pero la infraestructura cultural de Lanzarote, desde museos, espacios escénicos, hasta espacios de exposición, tiene por delante desafíos increíbles: recursos extremadamente limitados, infraestructuras inadecuadas y anticuadas y una alta barrera de entrada para los nuevos artistas que viven de forma permanente en la isla. La respuesta a estos desafíos reside sobre todo en: inversión económica, voluntad política y en la creación de un ecosistema cultural que fomente la colaboración, la innovación y el diálogo abierto con la comunidad.
Creo que no debemos de ir por dos veredas distintas, sino buscar los causes para que los caminos confluyan y podamos crear entre todos y todas la Lanzarote que hable del hoy.
Este artículo marca mi regreso en el diálogo cultural de Lanzarote, con la esperanza de ofrecer una perspectiva que abrace tanto la tradición como la innovación, busco acercar al lector a la realidad multifacética del arte en Lanzarote pasada siempre desde mi prisma personal, subrayando la importancia de una infraestructura que apoye la visión creativa y la sostenibilidad. Es hora de mirar más allá y reconocer el arte como un pilar fundamental para el futuro de Lanzarote.
David Machado. Experto en Cultura Contemporánea
