"Es una enfermedad muy desconocida. A nosotros nos costó cinco meses detectarla. Desde que empezó a tomar cereales, comenzó a peder peso. Apenas comía y lo que comía, lo devolvía. Lo único que se echaba a la boca era un poquito de pan y era lo que le estaba matando. Pero no tuvo diarreas, que es uno de los síntomas del celiaco. Con trece meses, se ponía ropa de seis. Lo bueno es que no se deshidrataba porque siempre ha bebido mucha agua. Le hicimos análisis, le hicieron pruebas y no le encontraban nada, pero algo tenía que tener. Incluso lo llevamos a curanderos. Hasta que un pediatra, por mediación de un compañero, probó a hacerle la biopsia intestinal. Salió que era celiaco. Los productos son muy caros y sólo encontramos en los herbolarios. Al hacernos socios de esta asociación nos dan un libro, con las marcas, que lo van variando porque la composición de los productos cambia cada año. Él puede comer unos yogures, pero a lo mejor al año siguiente le meten un conservante y no puede comerlo"