Fotos: Javier Fuentes.- La Academia de Ciencias e Ingenierías de Lanzarote ha rendido homenaje a uno de los hijos más ilustres de la Isla, el doctor José Molina Orosa, que recientemente fue nombrado por la propia institución como Académico de honor a título póstumo, hecho que acaeció en marzo del presente año.
Lo que se conmemoró el pasado viernes en el Arrecife Gran Hotel con la asistencia de cerca de cien personas fue el 122 aniversario del nacimiento del insigne médico y político conejero, que entregó su vida a los más necesitados.
Como explicó en declaraciones a LA VOZ uno de los mayores expertos en la vida de Molina Orosa, Ramón Pérez, "fue un acto amoroso, de ambiente cálido y sentimental".
A la escena subieron varias personas para dedicar unas palabras en honor del hombre que se conoció como el médico de Lanzarote. Y así, dos de sus hijos, José Molina Aldana y Dina Molina Aldana; además de Javier Cabrera Pinto, José Ferrer Perdomo, Abelardo Bethencourt Fernández, el propio Ramón Pérez, y Francisco González de Posada, presidente de la Academia de Ciencias.
Tras el fin de las intervenciones, los congregados se acercaron al monumento a Molina Orosa para depositar cuatro coronas de flores a sus pies, por parte del Cabildo de Lanzarote, Ayuntamiento de Tías, la Academia de Ciencias e Ingenierías y el Colegio de Médicos de Lanzarote, respectivamente. También la familia dejó un ramo de flores.
"Lejos de tí"
La hija de Molina Orosa desveló en el salón del Arrecife Gran Hotel la historia del amor que acompañó en vida al insigne médico conejero. Se llama Inocencia Aldala y la conoció Orosa en una obra de teatro en la Villa de Teguise, cuando la chica apenas contaba con 14 años, aunque Molina Orosa también no era más que un adolescente.
Pero lo que más sorprendió y emocionó al público fue una poesía que compuso Don José al ausentarse de la Isla para cursar sus estudios de medicina en la península.
La poesía, que citamos a continuación, se titula "Lejos de tí".
Cuando será la mañana
de mi lejano regreso...
Cuando volveré a estar preso
en tu querida ventana.
¡Oh ventana de tu casa
donde dejé la alegría!
¡Oh qué lento el tiempo pasa
lejos de tí, vida mía!
Una vida insigne
Más conocido como el "médico de Lanzarote", José Molina nació el 18 de diciembre de 1883 en Arrecife. A los dos años de edad contrajo una severa parálisis infantil, según se relata en el libro que recopila su vida bajo el nombre de José Molina Orosa, el médico de Lanzarote, a causa de la cual quedó con una acentuada atrofia muscular de las extremidades inferiores para el resto de su vida, hecho que quizás fue determinante a la hora de inclinarse por una carrera profesional.
El sufrimiento del propio Molina, causado por las enfermedades que marcaron su trayectoria vital desde la más tierna infancia, comprometió al generoso médico para el resto de su vida en el desempeño de la profesión, siempre dispuesto a prestar ayuda incondicional a todos los lanzaroteños, sin tener en cuenta los honorarios que por su trabajo debiera percibir.
Terminado el bachiller a los 15 años de edad, Molina se traslada a Cádiz para realizar un curso preparatorio para ingresar en la facultad de medicina, pero la mala suerte vuelve a cruzarse en su camino en forma del tifus, que además de apartarle de los estudios por espacio de tres años deja importantes secuelas en su salud.
Establecido ya en Lanzarote, Molina destaca no sólo por sus excelentes dotes como médico y científico, sino sobre todo por sus enormes cualidades como ser humano, siempre preocupado por aliviar el sufrimiento de los enfermos y por llevar el desarrollo y los avances de la modernidad a la isla que tanto amaba. En sus primeros años aquí, Molina se enfrenta a unas condiciones precarias a la hora de desempeñar sus funciones.
Tras ejercer en tan paupérrimas condiciones durante algunos años estima urgente llamar la atención de la opinión pública y las autoridades sobre la necesidad de crear un hospital en Lanzarote, en vista de que por aquel entonces tan sólo dos casas acogían a los enfermos de toda la Isla y éstas eran impracticables para el desempeño de la labor médica. Pero los esfuerzos del noble hijo lanzaroteño no se vieron recompensados hasta 1950 con la inauguración del Hospital Insular, ya que en los años anteriores los políticos no escucharon o no quisieron escuchar sus argumentos.