Amor de antaño (Primer premio)
Mucho me alegraré que al recibo de esta carta te encuentres bien, yo estoy bien gracias a Dios. Solo cuatro letras para decirte lo mucho que me está costando estar lejos de ti, en esta ciudad que cada día, se me echa más encima sin tu compañía.
Mira que te he hecho caso, cuando me dijiste que saliera raticos a que me diera el aire, que no me quedase en casa. No fuera a dar en reinar y se me quitasen las ganas de comer. Pero cariño es que tan separados estamos, que lo que se me fueron son las ganas de vivir. Lo mismo me da si entro como si salgo, yo siempre llevo el mismo títere en la cabeza: tú, sangre mía, tú al levantarme y al oscurecer. Tú siempre.
A veces me acuerdo, aún sin ser preciso, de lo mal que lo pasamos en el pueblo. El cómo nos miraban si se me ocurría cruzar por enfrente de la tasca del Gordo, cuando te sentabas a la tarde a tomar el fresco, con tu hermano y tu primo (que a tus amigos ni mentarlos quiero) parecía que hasta los ojos nos iban a prohibir. ¡Qué tirria en que no nos cuajaran los quereres! cuando tu y yo éramos ya la misma carne.
Querido mío, más vale no penar por aquellos tiempos, que mucho fue el recomer y de nada vale traerlos otra vez al resuello.
Mira que te diga, cuando acabes de leer la presente, quémala no sea que tu madre la fuera a encontrar y le sirviera de desazón. Bien sabes que no me ha de importar que te desprendas de ella, que yo se que te has de guardar las letras en lo más hondo del corazón.
Y ahora Rafaelico mío, quiero que caso me hagas, que te eches una mujer decente y que te mire bien. Que te de chiquillos para callarle la boca a muchos y para que te alegren la vejez, que bien te lo has ganado. Te has de figurar el por qué te recomiendo esto, si ya mil veces lo hablamos antes de venirme a este destierro.
No penes por mí, que yo hago lo que hago feliz, en sabiendo que reharás tu vida y estarás recogido, yo estoy conforme. Sé de seguro que si tú lo hubieras de tramar por mí, no habrías de pensártelo dos veces, que te conozco bien y sé que de todo tienes menos de cobarde.
Vida mía no me vayas a llorar, no me tomes pesadumbre con lo que ya no tiene remedio. Yo me quiero ir donde te pueda esperar sin que nadie me eche en cara nuestros amores, ni nos tenga por lo que no somos. Bien sabes que no hay vicio entre los dos, solo querencia de ley.
Y no te preocupes por más, que he forjado la manera de hacerlo para que sea ligero el trance. Ya lo compré en la droguería tal como te dije y en dos sorbos todo se acabó.
Cuídate Rafael mío y nunca olvides que igual que fui hombre para amarte, lo soy para morir por ti.
Este que mucho te quiere y que nunca te ha de olvidar. Miguel.
Hogar de tres (Segundo premio)
Querida Charo:
Fue muy duro aceptar que te encariñases de otro a esas alturas de la vida. Yo siempre he sido un hombre comprensivo, tú lo sabes, pero aquello me superó. El día que me preguntaste quién era yo lloré como no recuerdo haberlo hecho nunca antes, porque descubrí el nombre de tu nuevo amante: Alzhéimer.
¿Te acuerdas de nuestros planes para la jubilación? Habíamos hablado de ir a un balneario, de hacer un crucero, ¡incluso mencionamos las Canarias! Pero todo eso fue antes de que el maldito alemán se instalase entre nosotros. A veces te incitaba a insultarme, otras a arañarme, las más a ignorarme. Al principio lo odié con toda mi alma, pero con el pasar de los años llegué a aceptarlo. Fueron años muy duros, no te lo oculto, sobre todo los últimos, cuando te quedaste postrada, aunque sin ellos nunca habría llegado a sentir tanto amor? Me hacía tan feliz cuando extendías tus bracitos retorciditos para pedirme un beso. Yo te lo daba y sentía como el alemán se moría de celos. Tú te encogías, hasta quedar convertida en una gavilla de huesecitos, y mi amor aumentaba, a la par.
¿Sabes cuántos días nos separamos durante aquellos años? Seis, los que permanecí ingresado en el hospital por culpa del cáncer, los más largos de mi vida, pero no a causa de la enfermedad (que lejos de ser un enemigo se convirtió en un aliado), sino a causa de nuestra separación. Marta contrató a una enfermera para que te cuidase en mi ausencia, pero cuando regresé a casa reduje sus visitas a dos horas al día. Discutí con tu hija, ¡terca como tú! Decía que yo merecía descansar? incluso sugirió una residencia. Sé que lo decía por el bien de ambos, pero yo me negué en redondo. Estabas en las mejores manos; si hubiese sospechado otra cosa yo habría sido el primero en darle la razón. Aprendí a cambiar pañales, a preparar biberones, a evitar que se formaran escaras en tu piel? a veces llorábamos, otras reíamos, otras?
Cuando llegaba la enfermera yo salía a hacer los recados y aprovechaba para pasarme un rato por una asociación en la que podía compartir mis penas, alegrías y experiencia con las víctimas colaterales del Alzhéimer, porque debes saber que te engaña, que es un ser promiscuo, bisexual y «viejófilo» (o como quiera que se diga lo contrario de pedófilo).
Esta mañana el doctor me ha llamado para informarme de que mi aliado ha vuelto. Esta vez me iré con él, como tú antes te fugaste con el alemán. Prepárate, porque pienso actuar como uno de esos amantes de película: saldré en tu búsqueda, retaré a un duelo al villano que te raptó, lo atravesaré con mi florete y reconquistaré tu amor. Porque seguro que no has olvidado ?eso no puedes haberlo olvidado? cuánto te quiero.
Ya voy, Charo? mi vida.
Tasadora de sueños (Tercer premio)
Estimado Ambrosio:
Me he decantado por el tratamiento de estimado, haciendo un esfuerzo para no pensar que deriva de estima; más bien, es el tratamiento de cortesía cuando no hay otra cosa que poner.
Treinta y cinco años de una gran historia de amor han quedado al desnudo con la llamada de nuestro amigo y, parece ser que ahora tu abogado. Me habla de arreglar lo de nuestro divorcio, como si yo me hubiese casado con él. Sabes muy bien, Ambrosio, porque me conoces, cuánto me hubiese gustado llevar al despacho del abogado los acuerdos pactados entre nosotros, pero ya me ha dicho que proponga yo un reparto de los bienes, puesto que tú no tienes valor para sentarte en frente de mí. Y yo me pregunto: ¿Se pueden dividir los bienes trabajados, cuidados y atesorados entre los dos durante tantos años? ¿A qué bienes se refiere nuestro amigo, ahora tu abogado? Repartir los bienes materiales que juntos conseguimos es un trabajo tan simple, que lo dejo en manos de un tasador que tú mismo elijas. Pero hay otros bienes, que no tienen precio ni están sujetos a tasación, en los que yo sí quiero decidir el reparto. Y a ello voy.
Te quiero regalar los sueños que juntos tejimos desde que éramos casi unos niños: los primeros besos que nos dimos acurrucados bajo la sombra de la farola, huyendo de la luz que nos delataba ante el mundo; te regalo el proyecto de vida en común que fuimos haciendo realidad casi sin esfuerzo porque el amor podía con todo?Quiero que te quedes con todos los momentos en los que sumábamos nuestras fuerzas para que las cargas de la vida pesaran la mitad. Deseo quedarme para mí los instantes en que los sueños se hicieron añicos entre mis manos; los duros momentos de soledad en los que ya no tenía quien llevara la mitad de la carga. Quiero para mí, Ambrosio, la evidencia de que hay cosas que pueden con el amor y dejo para ti, repito, aquel Amor que podía con todo.
Deseo quedarme con los cinco años dedicados en cuerpo y alma a cuidar a tu madre enferma. No fue para mí una madre, puesto que ya yo tenía la mía. Pero yo sí fui para ella la hija que le hubiese gustado tener. Le diré a tu abogado que la dedicación a esa mujer, que fue mi familia desde que laconocí, es un bien innegociable: lo quiero, sí o sí. Todos y cada uno de los fines de semana en los que la cuidé, son un ejemplo para mis hijas de un valor incalculable. A ti, en contrapartida, Ambrosio, te corresponden los mismos fines de semana que aprovechabas para pasear con tu amante, o para enamorar en la casa de tu madre cuando venía a acompañarnos los domingos por la tarde. Esos, toditos para ti. Si quieres, puedes registrar a tu nombre también los viajes que hacías en compañía de tu amante, a la que tenías a los ojos de todo el mundo como la gran amiga de toda la familia.
Te quedas con la frustración de no haber tenido los hijos perfectos, que a mí me toca la hermosa certeza de que los hijos no vienen con molde, sino que cada uno es único. Te corresponde la vivenciade la compañera de viaje que trabajaba dentro y fuera; la que fue el timón del hogar para que tú pudieras desarrollar sin trabas tu actividad profesional. Te ha tocado, es este singular reparto, la experiencia de un profundo Amor, de una tolerancia sin límites? A mí me reconforta, aunque sea difícil de entender, que llevarme como patrimonio el que te burlaras cruelmente de mi buena fe, es una mochila que aligera mis pasos de mujer nueva, aunque sea en solitario.Me quedo, Ambrosio, y lo siento por ti, con mis dos hijas acostadas conmigo en la cama cuando he estado convaleciente de una operación. Tú, quédate con tu amante.
Esta es, pues, mi propuesta de reparto, con muy pocas posibilidades de negociación. Solo me queda decirte que me he retirado sin bajar ni la cabeza ni los brazos;que me quedo en un camino atestado de hojas muertas, que voy apartando cada día. Y que nadie pase pena por mí, porque tu amor tiene el tacto de las hojas secas estrujadas entre las manos, y huele ya a flores marchitas; las que no dejan ninguna nostalgia por muy hermoso que haya sido el ramo?
Laura, tasadora de sueños