Opinión

Soy europeísta: razones por las que votar el próximo 9 de junio

Se acerca el Día de Europa (9 de mayo) y las elecciones europeas comienzan su cuenta atrás, el próximo 9 de junio. El Parlamento Europeo -única institución europea (y del mundo) directamente electiva por sufragio universal, supranacional y legislativa- este año, con motivo de los ajustes derivados por el Brexit en 2019, tendrá una composición resultante de las elecciones de 720 eurodiputados/as, 61 de los cuales son españoles de las distintas fuerzas políticas concurrentes en circunscripción única. Así que, no podía dejar escapar esta oportunidad para dirigirme a toda la ciudadanía lanzaroteña y, en particular, a quienes integran mi malla generacional: los y las jóvenes de Lanzarote (los jóvenes, en lo sucesivo), y exponer algunas razones para anirmarles a participar el próximo 9 de junio. 

La realidad es que, de acuerdo con los últimos eurobarómetros, existe una conciencia generalizada entre la población joven que señala sentirse parte del proyecto europeo, aunque no entendamos su entramado institucional o en qué consisten cada una de ellas, no nos suponen ningún problema pertenecer a la Unión Europea. No obstante, aún queda mucho por hacer para salvar las barreras del despegamiento entre los jóvenes y la Unión Europea. 

En calidad de joven, conejero, español, europeo y europeísta de la generación Z (quienes hemos nacido entre 1997 y 2004): la más formada, la que más beneficios de nuestra pertenencia a la Unión Europea hemos obtenido y, la que más nos hemos movido, no sentimos que las instituciones europeas nos representen, viéndolas como un ente abstracto, lejano e inaccesible. Lo cierto es que, a sensu contrario, su protagonismo es notable, pues cerca del 60% de la legislación adoptada en España, tiene sus raíces en resoluciones o leyes aprobadas por el Parlamento Europeo.

Pensemos en los jóvenes británicos, cuando “de un día para otro” se vieron desprovistos de los derechos que les pertenecían en la escala de ciudadanía europea al efectuarse el Brexit en 2019. De modo que, pensar que lo que acontece en la Unión Europea no nos afecta, nos hace más vulnerables y desconocedores de una escala multiplicadora de derechos. Solos no llegaríamos a ninguna parte. Salimos perdiendo si no asumimos nuestra responsabilidad y ejercemos nuestra satisfacción -o descontento- a través del voto dotando de legitimidad democrática las decisiones adoptadas en un mundo cambiante, amenazante que precisa de actores globalmente relevantes.
Ahora esbozaré las razones a las que me refería para votar el próximo 9 de junio.

Primero, porque los jóvenes, hemos alcanzado la edad adulta y es imperativo despertar de la inocencia y enfrentar verdades incómodas para poder rectificar y mejorar. Hace tiempo que dejamos de ser esa esperanza en el futuro para convertirnos en el más rabioso presente. Seremos los jóvenes de hoy los que viviremos más tiempo en este mundo en constante mutación y con inestabilidad.  En modo que, ambicionar está en nuestro guion de vida y proyectar el rumbo que queremos en la próxima legislatura es nuestra responsabilidad. 

Segundo, porque vivimos en un entorno fragmentado con características que requieren de un tratamiento diferenciado. El derecho europeo denomina a las Islas Canarias como “Regiones Ultraperiféricas” que, situadas en su lejanía e insularidad forman parte integrante de la Unión Europea en pie de igualdad al resto de territorios. En este sentido, el Parlamento Europeo toma decisiones para garantizarnos oportunidades en el presente y estabilidad en el futuro. Las zonas rurales, nuestros campos, nuestra biodiversidad, nuestras conexiones marítimas o aéreas, e incluso materias como la salud mental, programas tan exitosos como el “Erasmus”, la vivienda o el salario, son discutidas en su seno. Los jóvenes canarios, pero no solo, nos hemos beneficiado de “La Directiva del salario mínimo” o “el Estatuto del becario”, consolidando nuestros derechos como estudiantes y jóvenes trabajadores. 

Tercero, porque la calidad democrática está en juego. Cada vez más países se sienten conturbados con la democracia plena como forma de convivencia y, en la Unión Europea, no estamos exentos de reabrir las heridas del pasado. Se ha roto el paradigma, vigente desde la Segunda Guerra Mundial, que aseguraba paz, prosperidad e intercambio. Hoy, términos como “guerra”, “inseguridad” o “Europa de la Defensa” resuenan con frecuencia y preocupación. Nuestra generación necesita garantizar su supervivencia en los próximos años, pues creer que todo mantendrá su “status quo” y dar el buen estado de las oportunidades y bienestar por sentado es un error. Insisto, pensemos en nuestros colegas británicos, ellos querían quedarse en la Unión Europea, pero lo pusieron en Instagram y no lo reflejaron en las urnas. 

Cuarto, porque las dificultades son parte del proceso de toda persona -física o jurídica- y ello nos robustece y nos hace madurar. Ese mismo entendimiento reside la Unión Europea de esta legislatura 2019/2024, pues ha reaccionado ante contingencias inesperadas con resiliencia y unidad. El Brexit, la pandemia y un conflicto en suelo europeo no fue previsto en el guion establecido. Medidas como las vacunas -que nada diferenciaban a un arrecifeño/a de un milanés/a; las sanciones contra Rusia por la agresión ilegal contra Ucrania o la activación por primera vez de la Directiva de Protección Temporal para los refugiados de Ucrania, permitió a la Unión Europea despertar y madurar a pasos acelerados. De modo que, seremos los jóvenes quienes tenemos la obligación de decidir en qué mundo queremos vivir y cómo queremos afrontar estos retos en el presente más inmediato.

Quinto, porque el mundo ha cambiado y nosotros no podemos darle la espalda. La globalización y sus consecuencias serán nuestro equipaje de mano inequívocamente por mucho tiempo. Vivir aislados, preocupados exclusivamente de lo local sin asomarnos al mundo supone vivir desconectados de la realidad. Ya nada está lejos, ya todo nos afecta. Nuestro enfoque debe cambiar. Si aspiramos a seguir siendo una población basada en valores, garantista, defensora del

Estado de Derecho y con libertad debemos aportar nuestra dosis de compromiso el próximo 9 de junio. La Unión Europea nos pertenece, y aún queda mucho por hacer; mucho por construir. Con optimismo, Lanzarote, cálzate y a votar el 9 de junio, elecciones europeas.