La V edición del Certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote ya tiene ganadores. El jurado ya ha emitido su fallo y ha decidido premiar en primer lugar el texto de María Dolores Fajardo Espino, un alegato contra la violencia de género que reconoce a su vez la valentía de las mujeres que luchan por salir de ella. Mei Morán y Plácido Romero se han hecho con el segundo y tercer premio.
En esta quinta edición, los relatos participantes debían mencionar la radio y El Quijote, en conmemoración del cuarto centenario de la novela de Cervantes. La ganadora, María Dolores Fajardo Espino, obtiene como premio una comida o cena degustación en el Restaurante Sushi Bar Minato de Puerto Calero. La segunda clasificada con su relato ‘La Mancha’, Mei Morán, podrá disfrutar de una comida degustación para dos personas en el Restaurante Turco Turkuaz, en el Centro Comercial Jameos Playa de Puerto del Carmen. Por su parte, Plácido Romero ha obtenido el tercer premio con el texto ‘La Espera’, lo que le ha valido un bono para dos personas en el circuito spa del Spa Costa Calero, en Puerto Calero.
Además de los tres vencedores, el jurado formado por periodistas de Radio Lanzarote-Onda Cero ha seleccionado, de entre los más de 70 relatos recibidos, otros 7 finalistas. A continuación, los relatos premiados y finalistas:
Primer premio, de María Dolores Fajaro Espino:
Como siempre la despertó la radio. En un lugar de Madrid empezaba la lectura del Quijote. Era veintitrés. Le dolía la mejilla, aunque más la soledad. Notó "húmeda la almohada".
En la ducha intentó practicar los ejercicios de "atención al presente" que le recomendó la psicóloga, pero su mente divagaba.
Otro abril, lejano, ella había elegido para leer en voz alta el párrafo en el que Marcela pregunta:
"¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien?"
No. Esta vez no iba a decir que se golpeó con la puerta.
Según premio, La Mancha, de Mei Morán:
La anciana encendía la radio a media tarde. Con la cháchara de la publicidad fregaba los últimos cacharros antes de arrellanarse en el sofá para no perderse el capítulo. La emisora local se había empecinado en instruir a la población y difundía la obra cervantina. La mujer se había acostumbrado a los disparates del caballero de la triste figura, a las patochadas de Sancho, a aquel amor desubicado por Dulcinea. El día que escuchó el lance de los molinos no pudo menos que pensar en sus hijos, mezquinos. En la lucha de titanes que libraban contra ella.
Tercer premio, La Espera, de Plácido Romero:
La vieja Aldonza, mientras hace ganchillo y escucha la radio, a veces piensa en su antiguo amor. Un día, muchos años atrás, le envió una carta llena de palabras que le costó entender. La verdad es que era un poco raro. Sin embargo, la vieja Aldonza todavía espera que un día se presente en su casa. Le preparará un café, le dará unas pastas y no le dejará escapar porque, aunque Alonso Quijano malgastó parte de sus bienes a lo loco, sigue siendo un buen partido. La vieja Aldonza espera mientras hace ganchillo y escucha la radio.
FINALISTAS:
Un alemán venció al Quijote, relato de Rebeca Rodríguez dedicado "a los que el alzheimer venció":
Sobre la mesita, la vieja radio que apenas se deja oir, un periódico desgastado, un vaso de agua y tiempo, mucho tiempo.
En su mente, él aún cabalga cual Quijote, pero sin su Sancho.
Se perdió buscando un lugar mejor.
Solo en el camino, no encuentra una señal que le indique como retornar.
¿Qué batallas librará en su interior? El abuelo un día se marchó para siempre, sin levantarse del sillón.
Sansón Carrasco le venció disfrazado, esta vez, de alemán.
Dulcinea escucha la radio, de Mercedes Negrín Sanginés:
Dulcinea escucha la radio, suena su canción favorita, cierra los ojos, un manto amarillo de trigo en verano, un manto negro de arena en invierno, su historia y la de su Quijote sonando en una canción. Dulcinea llora por lo que pudo ser y no fue. Le alivia escuchar su sintonía favorita. Cuándo radian su canción puede tocar a su Quijote, puede sentir a su Quijote. Breves minutos de felicidad…
Un Quijote en apuros, de Reyes María Concepción Betancor:
Sabía que no era suficiente. Se caería, seguro. Mas, lo intentó.
Se sintió estúpido encaramado en lo alto del árbol.
Ella lo miraba, entornados los párpados, asustada, sonrojada, avergonzada...No recordaba cómo se había subido ahí.
-¡Ayúdala ya, hombre!
Tarde calurosa.
Música en la radio. Se sintió temerario, valiente, todo un aventurero, un Quijote ayudando a una preciosa dama en apuros. Su inseparable amigo regordete abajo...¿era su fiel...Sancho?. Entonces ella...era su...amada ¿Dulcinea?...
Los ojos se encontraron. Sus manos temblaron agarradas a la cintura de ella...
...Y los dos se cayeron del árbol.
Dentro de ti, de María del Pilar Bethencourt Campodarve:
Siénteme dentro, respira conmigo, que tu cuerpo me envuelva y acoja, me cuide y me quiera, como yo te quiero ya ...mamá. Soy parte de ti, estoy en ti y vivo de ti. Quizá no sea lo que tu esperabas, tu soñabas con ser la amada Dulcinea de un Quijote galante, de vivir tu historia de princesas y de novelas de radio. Pero aquí estoy, soy un ser pequeñito que habito en ti, y que quiero ser parte tuya, aunque a ti te parezco un gigante cual molino amenazante. En verdad mamá....no lo hagas...
Amigo "fiel", de Rebeca Rodríguez:
Sin más pertenencias que lo puesto, una edición de bolsillo de "El Quijote" y el viejo transistor que le había mantenido conectado con la realidad cada hora en punto, atravesó la puerta, la última de las puertas que lo custodiaban.
Nadie le esperaba.
Nadie estaba allí para abrazarle o darle la bienvenida a la libertad.
Su triste figura avanzó calle abajo, con la única compañía de su sombra.
En su cabeza resonaban las últimas palabras de su "fiel" compañero Sancho :
-Alonso, ¡amigo!, ¡amigo!
y las de su amada Dulcinea:
-Cariño, no es lo que parece.
Relato sin título de Elena Navarro Asensio:
El interno de la habitación 17 creíase Don Quijote desde que había oído aquella maravillosa versión radiada de la novela cervantina. Andaba sumido en una profunda melancolía porque echaba de menos a su fiel escudero, y como apenas comía por tristeza, su figura estilizada le asemejaba cada vez más al auténtico caballero. Pero una mañana, la guapa enfermera Dulcinea le presentó a su nuevo compañero de cuarto, bajito y rechoncho, al que enseguida bautizó como Sancho Panza, lo que el otro aceptó de buena gana, y así, por fin juntos, cabalgarían para luchar contra los gigantes anclados en su mente.
Relato sin título de Cristina:
Con el rostro descompuesto miraba al infinito desde el interior de su coche. La radio sonaba, pero ya no la escuchaba. Había tomado la decisión. Cansado de luchar contra molinos de viento, decidió emprender vuelo. El coche impactó contra las rocas. Los amigos de este Quijote lloraron su muerte, habían intentado ayudarle, pero él los confundía con gigantes. Su mente, traicionera, lo mató.