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Exhuman en Lanzarote cinco cadáveres que podrían ser de los náufragos del 'Domenech de Varo'

"La mayoría de las viudas murieron con la pena de que sus maridos no aparecieran", confiesa José Manuel Pose, hijo de uno de los desaparecidos, el patrón de pesca Julio Pose

El hijo de uno de los náufragos del 'Domenech de Varó', José Manuel Pose, junto a su hijo durante la exhumación de uno de los cuerpos. Foto: Juan Mateos.

Un trajín poco habitual sacudió este jueves el Cementerio de San Román de Arrecife. Un Juzgado de la isla autorizó la exhumación de cinco cadáveres que permanecían enterrados en el camposanto municipal y que podrían pertenecer a la tripulación de un barco andaluz que naufragó hace 51 años en Lanzarote. 

Desde las 10.15 horas de la mañana un dispositivo formado por dos familiares, médicos forenses y técnicos del Ayuntamiento de Arrecife han participado en la extracción de media decena de cuerpos. Hasta ahora sus restos descansaban en tumbas sin nombre, solo identificadas con los números 70, 72, 73, 75 y 76

El 6 de febrero de 1973, el pesquero gaditano Domenech de Varo zozobró frente a las costas de Lanzarote. Aquella noche, sus doce tripulantes trataron de alcanzar la isla tras sufrir un problema mecánico en un motor de la embarcación. Sin embargo, el viento y el oleaje hicieron encallar el pesquero en Mala, al norte de la isla. De aquella tragedia solo quedaron dos supervivientes, el patrón Vicente Pérez y el marinero José Manga, que pudieron llegar a tierra por sus propios medios. 

Los días posteriores al naufragio, los equipos de Salvamento rescataron tres cadáveres, que pudieron ser identificados. El primero en hallarse fue el del mecánico José Bernal, luego el del marinero Antonio Rodríguez y, por último, el del contramaestre Manuel Valiente. 

El resto de familiares dieron entonces por perdidos los cuerpos sin vida de sus seres queridos. La versión oficial que habían recibido decía que yacieron en el fondo del mar. Viudas y huérfanos quedaron sin la posibilidad de darles sepultura, creyendo que nunca podrían recuperarlos. Al menos, hasta ahora. 

Cinco cuerpos más fueron rescatados en la costa de Mala después del trágico naufragio de ese 6 de febrero, aunque la información no llegó a sus familiares, que vivían en la península en una época donde las comunicaciones no traspasaban fronteras tan fácilmente. Jose Manuel Pose, hijo de uno de los desaparecidos, el patrón de pesca Julio Pose, no lo descubrió hasta el año 2022, cuando en búsqueda de información para homenajear a las víctimas se topó con una historia distinta.  

"La mayoría de las viudas murieron con la pena de que sus maridos no aparecieran", confiesa José Manuel Pose, mientras contempla cómo se extraen de las tumbas los restos que podrían ser de los naufragados. Su búsqueda por el Archivo Municipal de Arrecife y en la prensa local de la época, le llevó a toparse con la posibilidad de que su padre pudiera llevar enterrado 51 años en un cementerio de Lanzarote.

El sonido de los martillos que golpean los nichos, se entremezclan con el silencio propio de presenciar cómo se abren las tumbas de cinco fallecidos. En el runrún de una labor bien clara, mientras los operarios exhumaban dos tumbas, dos forenses, uno de Madrid y otro de Canarias, extraen los restos óseos de los cuerpos que luego les servirá para identificar a quién pertenece cada uno.

“Es una lotería para los familiares. Todos ahora mismo tenemos un 75% de probabilidad de que esté nuestro padre ahí y un 25% de que no. Estamos tentando a la suerte, a ver si nos ayuda Dios y los podemos encontrar a los cinco", expone Pose, que habla en representación de los familiares.

"Por fin ha llegado la hora después de cincuenta años de desconocimiento de estos enterramientos. Ya con todas las autorizaciones judiciales hemos logrado llegar al día de hoy, para poder obtener las muestras, contrastar los ADN e identificar a nuestros queridos familiares", continúa. Ahora, los dientes o las falanges que se conservaban en buen estado servirán a los familiares para poder cerrar, por fin, una historia que se ha extendido durante medio siglo. Y, con suerte, que les permitirá poder enterrar a sus padres.