Ocio / Cultura

Isabel Cabrera: "La narración oral es necesaria para recuperar lo que nos ha arrebatado la pantalla"

La narradora y actriz lanzaroteña dedica su vida a un oficio que intenta abrirse paso entre las nuevas tecnologías para cerrar los ojos y adentrarnos en un mar de historias con la voz como única herramienta

Isabel Cabrera, actriz y narradora lanzaroteña

La palabra "cuentacuentos" puede limitarnos a pensar en una actividad exclusivamente para niños o en algo muy sencillo que cualquiera puede realizar. La realidad, sin embargo, es otra, y detrás de esta actividad cultural dirigida para adultos y menores, se esconden narradores orales como la lanzaroteña Isabel Cabrera. Graduada en Magisterio Infantil, Periodismo y con un máster en libros y literatura infantil y diferentes cursos, su formación no se queda estancada. 

La pasión por el teatro y la artes escénicas en general de Cabrera viene desde que tiene uso de razón. "Yo soy teatrera desde chica", dice. En su niñez, en el colegio hacía todas las obras de teatro que surgían y, además, en su adolescencia pasaba sus tardes en el TEA.

Cuando estaba en la universidad, una de las asignaturas que cursaba era Teatro, cuyo profesor era Ernesto Rodríguez Abad, narrador oral y el director del Festival Internacional de Cuentos de los Silos, el evento de cuentos más importante que tenemos en el archipiélago. "Cuando acabé su asignatura me preguntó si quería formar parte de su compañía profesional, le dije que sí y ahí empecé con mis 18 añitos recién cumplidos a contar mis primeros cuentos y a hacer mis primeras escenas profesionales en colegios, institutos y bibliotecas", cuenta Cabrera. 

"Teatro y narración oral son como dos hijas que me acompañan: una no para de moverse: da saltos, hace acrobacia, baila. Es inquieta e insaciable y la otra… es tranquila, curiosa, ama la lectura, disfruta con lo pequeñito y le encanta el tiempo en soledad", metaforiza.

 

El trabajo del día a día para ser narradora 

Narrar un cuento o una historia puede parecer algo sencillo pero para transmitir emociones, cambios de humor o enfatizar lo que se dice el trabajo no se concentra en unos meses de preparación, sino que hay que ir moldeando el aprendizaje y, sobre todo, ir tomando experiencia a lo largo de los años. 

"La carrera de Arte Dramático te forma para ser actor o actriz, es decir, intérprete de artes escénicas, pero no existe ninguna escuela oficial pública de narración oral en España", declara. Esto lleva a las personas que quieran dedicarse a ello a formarse en algunos cursos o talleres que se realizan de forma puntual. 

"Con esto quiero decir que para ser narrador no es necesario haber estudiado arte dramático porque, aunque es un arte escénico, no es teatro: es narración oral y, por desgracia, no está en el plan de estudios universitario. Pero sí hay que formarse", aconseja la actriz.

Para formar parte de este gremio no solo vale tener ese "don" y esto es algo que Isabel Cabrera tiene claro. "Con mis años de experiencia me he dado cuenta que tener talento te puede proporcionar un 1% del éxito, el otro 99% está en el trabajo de hormiguita y en la formación constante, sin cesar, sin parar, sin decaer", comenta. 

Y es que Cabrera sigue formándose tras dos carreras, un máster y muchísimos cursos. "Vengo de pasar el mes de julio en un intensivo de la compañía Zar del teatro Grotowski en Polonia y lo compatibilizo con mi trabajo como artista autónoma y, además, ahora también lo simultaneo con los estudios de Arte Dramático, itinerario musical, y todo esto me ayudará para ambos oficios", declara. 

'El lodo que fuimos', Cía La Inasible

 

Una profesión a veces desconocida

En sus comienzos, la narradora cuenta cómo hace diez años el ser cuentacuentos significaba que muchas personas dijeran comentarios desde el desconocimiento. "Me preguntaban si era solo para niños, si me disfrazaba o si me caracterizaba. Yo alucinaba porque para ser narrador oral solo necesitas una mente con más o menos repertorio de cuentos, unas cuerdas vocales bien hidratadas, voz y, en el caso de haber mucho aforo, un micrófono craneal para no desgañitarte", recuerda.

"Creo que el público asiduo a los cuentos ya sabe distinguir qué son los bebecuentos, sesiones donde pueden llevar a sus menores de 0 a 3 años de edad, que son diferentes a las sesiones de cuentos familiares (a partir de 3, 4 años) y donde no van los menores delante y los progenitores detrás, sino que se sientan las familias juntas a escuchar cuentos, y lo mismo con las sesiones de adultos, que cada vez se llenan más", explica la narradora.

"Creo que, en general, la gente va comprendiendo el concepto del oficio, pero sigue siendo muy importante aclarar y difundir cuál es y cómo es y dignificarlo explicando cuáles son los lugares aptos y no aptos para la narración oral o cuáles son nuestras necesidades", comenta.

Isabel Cabrera durante una de sus actuaciones en Yaiza

 

La pérdida del poder de la palabra

Hoy en día vivimos rodeados de nuevas tecnologías que nos atrapan y nos apartan de escuchar y oír. "La palabra ha perdido peso por sí sola si no está apoyada por un estímulo visual y ese es el enorme problema de nuestro siglo", opina Cabrera.

"Es por ello por lo que el oficio de la narración oral y las artes escénicas en general se han convertido, según mi punto de vista, en un servicio de primera necesidad para la sociedad, en un S.O.S para recuperar aquello que nos ha arrebatado la pantalla, reconectar con el poder de la palabra, con la palabra presente", declara.

La artista invita a la gente a disfrutar más del teatro y de la narración y dejar más de lado las pantallas. "Debemos, como imperativo, reaprender a escuchar, a mirar, y escuchar historias, ver una obra de teatro o acudir a un concierto son terapias maravillosas para volver a sentir desde el lugar que nos corresponde", dice.

Tal es el poder de las palabras que la narradora ha vivido anécdotas muy emocionantes en el tiempo que lleva en este oficio. "Hace algunos años, en la noche de cuentos de La Laguna, conté la fábula de la ratoncita presumida del poeta venezolano Aquiles Nazoa. Cuando me bajé del escenario, una señora se acercó a mí muy ilusionada con lágrimas en los ojos y me contó que ella era venezolana y que ese poema se lo contaba cada noche su madre cuando era niña en su país y que a través de mi narración la había llevado directa a los recuerdos de su infancia", recuerda.